viernes, 5 de diciembre de 2014

¿La Educación es gerenciada por los mejores o por lo peores profesionales de la Educación?



La probidad, en términos generales, es la rectitud y moralidad a que tiene que ajustarse la conducta humana, y en lo público, la que debe observarse en el ejercicio de funciones públicas. Parafraseando a Platón, el problemas radica, es casi todas las zonas educativas continúan siendo "gobernadas por los peores hombres" y nosotros nos hemos desentendido de eso. 

Sin duda que no bastaban las luces, pues el talento se puede utilizar para enriquecerse egoístamente o incluso para oprimir a los demás o justificar y mantener un mundo de ambiciones e injusticias. 

Y como muy bien dijo Bolívar, “el talento sin moralidad es un azote” que en nuestro caso está haciéndole daño a la educación. 
 
Coincido con Antonio Pérez Esclarin cuando dice que “no es suficiente con que todos los niños y jóvenes vayan a la escuela. Ni basta tampoco con darles de comer y dotarlos de libros y computadoras...” 

La pluma de Bolívar prodigó numerosos elogios a los auténticos educadores, cuya misión es la más noble de todas: `formar el espíritu y el corazón de la juventud´. 

Moral y luces siguen siendo nuestras principales y más urgentes necesidades
"En consecuencia, Bolívar daba más importancia a las buenas costumbres del maestro, a que fuera un ejemplo de vida, que a sus títulos y estudios señala Pérez Esclarin.

Para Bolívar, el educador tiene que ser más que sabio, un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco, en fin, en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir”.

Mi pregunta directa es ¿Cuántos de nuestros dirigentes de la Educación son ejemplos de vida? Solos puedo decir, lo fatal que sería para nuestra juventud imitar a aquellos que tienen tanto que corregirse y lo contradictorio que es promover una Consulta por la Calidad Educativa, con paupérrima dirigencia educativa. Una dirigencia extremadamente marginal que práctica a diario la pobreza espiritual y está más pendiente de sus mezquinos intereses personalistas que de contribuir a mejorar la calidad educativa. 

La realidad es tan notoria que muchos de los beneficios que el gobierno entrega para favorecer a las grandes mayorías, lamentablemente se quedan en el camino por el surgimiento de una nueva casta de falsos revolucionarios que se visten de rojo, simplemente para engordar sus bolsillos con los dineros del pueblo. Y lo peor, es que muchos casos, que se han denunciado públicamente, con pruebas irrefutables, generalmente recogidas por la Contraloría Social, extrañamente quedan en la impunidad y sin aplicación de ningún correctivo.

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